miércoles, 7 de julio de 2010

Conclusion!

En lo que respecta a las drogas, la mayoría no conoce aquello contra lo que se lucha y, por tanto, no sabe tampoco exactamente cuáles son los motivos reales de esta guerra. Con la misma ingenuidad ignorante con que muchos usan las drogas sin conocimiento claro de sus riesgos y potencialidades, otros abrazan la Cruzada sin ser conscientes del daño que causa y de lo imposibles de alcanzar que resultan sus objetivos. Años de fanatismo y desinformación han creado una droga a la que nuestras sociedades son adictas: la Prohibición. Sin ella, nos sentiríamos desamparados. La sociedad parece necesitar su dosis diaria de aprehensiones y encarcelamientos. Los efectos de esta droga hacen perder el sentido de la realidad y nos hacen confundir causas con efectos. No podemos ni pensar en cómo sería la vida sin ella, pero, para una mayoría, la perspectiva da miedo. La droga prohibicionista, además, requiere ser usada en cantidades cada vez mayores para mantener sus efectos psicológicos. Más cárceles, más persecuciones, más paranoia. Quienes nos la venden insisten en que la vida sin ella sería insoportable y en que, además, no tiene efectos secundarios. Nos engañan, ya lo hemos visto en capítulos anteriores. Y, sin embargo, hay que reconocer que es ésta una droga cuyos efectos seducen: nos aporta explicaciones simples a los complejos problemas de nuestra sociedad; nos libra de la responsabilidad de elegir por nosotros mismos; nos sirve como coartada para controlar a grupos disidentes.

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